Amigas y amigos,
Compañeras y compañeros
El día 2 de julio, se celebro la Mesa de Diálogo EDUCACIÓN Y RESITENCIA, en la que participaron la Mtra. Ma. Eugenia Sánchez de la UIA, el Dr. John Holoway de la BUAP, nuestros Secretarios Generales de ambas secciones 23 y 51, el Mtro. Gabriel Salom, el Prof. Ramiro y una simple humana, estos últimos presentaron el Proyecto Alternativo de Educación por parte del Movimiento Magisterial Poblano.
Las palabras de la Mtra Ma. Eugenia y de Jonh alentaron a seguir construyendo este proyecto educativo, hasta convertirlo poco a poco en una propuesta. Esta propuesta se piensa, se siente, se realiza, hoy en día, en muchos centros de trabajo, Tehuacan, Cuetzalan, Tatoxcac, Serdan, etc. se realizan acciones fuertes, contundentes y decididas por la ESCUELA QUE QUEREMOS.
Nadie parará este movimiento democrático, nada ni nadie evitará que TOMEMOS LAS ESCUELAS, para construir el país que queremos.
Envío el texto hermoso de Jonh Holaway, tan inspirador como la Digna Rabia, la nuestra, la del magisterio democrático poblano.
Tómalo, que tus ojos lo paladeen y después lo devoren tus sentidos para transformarlo en la tortilla que alimente la mente y el espíritu. Difúndelo, compártelo.
La digna Rabia de los Maestros
Por: John Holloway*
Es un honor, realmente un orgullo, estar aquí. Es un honor estar aquí en la mesa y poder hablar junto con los maestros disidentes y decir nosotros, nosotros que somos docentes, nosotros que queremos dedicar nuestra actividad cotidiana no al ejercicio de la dominación sino a la lucha por la vida, nosotros que pensamos que educación es resistencia, es rebeldía. Nosotros, porque aún si no trabajamos en las escuelas primarias y secundarias y no formamos parte del mismo sindicato, nosotros que trabajamos aquí también dedicamos nuestras vidas a la docencia.
El centro de este conflicto es la docencia, es el contenido y la calidad de lo que hacemos todos los días. En el centro está nuestra cotidianidad, lo que nos espera cuando despertamos, lo que dejamos atrás cuando nos acostamos. Esta cotidianidad nos da una fuerza enorme: la fuerza de la intimidad del salón de clases, la fuerza y la responsabilidad de las relaciones que creamos todos los días con nuestros alumnos. En el salón de clases tenemos un espacio que es siempre nuestro espacio en algún sentido, un espacio donde tratamos de enseñar, un espacio sobre todo donde tratamos de crear una idea de humanidad. El salón es siempre el lugar donde nosotros finalmente ejercemos el poder: no el poder sobre los alumnos (eso también, pero no estoy hablando de eso) sino el poder de crear con los alumnos una experiencia que vale la pena, una anticipación de cómo podría ser el mundo, una experiencia que va en contra de la injusticia, la violencia y la destrucción que predominan en el mundo, una experiencia que va a contrapelo del mundo capitalista, un espacio de resistencia, de rebeldía.
No quiero romantizar lo que hacemos: siempre hay problemas, la injusticia y violencia del mundo invade nuestros espacios de mil maneras, a través de la pobreza de los alumnos, la falta de equipo, a través de los contenidos impuestos por el Estado, a través de nuestro propio comportamiento autoritario. No quiero minimizar todo eso, pero finalmente sí, el aula es nuestro espacio, nuestra área de actividad y responsabilidad, nuestra área de intimidad, nuestro espacio de resistencia que ellos nunca van a poder dominar de forma absoluta. Nuestra cotidianidad, lo que hacemos todos los días, es una fuerza enorme que ellos nunca pueden controlar de forma absoluta, porque finalmente nosotros determinamos las palabras que salen de nuestras bocas, nosotros determinamos cómo nos relacionamos con los estudiantes. No es un espacio que hay que defender, porque sabemos que tiene muchas carencias, muchos problemas, (que nosotros tenemos muchas carencias y muchos problemas) pero sí es un espacio que hay que asumir como nuestro, un espacio nuestro que nosotros debemos mejorar.
La Alianza por la Calidad es un intento de invadir esta intimidad desde afuera, de darle otra dirección. No para mejorar la calidad de las relaciones que creamos dentro de las aulas, no para hacer espacios más humanos sino para imponer los valores del capitalismo, la disciplina del capitalismo, de un sistema que significa la miseria y la frustración para la mayoría de nuestros alumnos, de un sistema que nos está llevando a todos de forma muy rápida a la auto-aniquilación de la humanidad. La Alianza por la Calidad, como el CONACYT y el SNI en el caso de las universidades, promueve el individualismo, la competencia, la medición cuantitativa de todo, la ceguera social, la obediencia. La Alianza por la Calidad, como el CONACYT y el SNI, es un intento de imponer otra orientación a nuestra actividad cotidiana, de subordinar lo que hacemos todos los días a los requerimientos del capitalismo, de subordinarnos a la cultura de la muerte.
Obviamente no podemos aceptar eso. Sean lo que sean las presiones, la responsabilidad (y el poder) de estructurar lo que pasa en los salones de clases es nuestra, compartida con los alumnos. La dirección actual de las políticas de educación no solamente aquí en México sino en todo el mundo nos enfrenta con una opción muy sencilla: ¿queremos dedicar nuestras vidas al fortalecimiento de un sistema de destrucción y muerte, o queremos tratar de crear espacios de vida y humanidad? Es obvio que no podemos aceptar los valores que nos están tratando de imponer. El movimiento magisterial es simplemente la expresión pública de este rechazo, y por lo tanto una aportación muy importante a la lucha por la vida y en contra de la muerte, por la humanidad y en contra del capitalismo.
Para mí, es importante que este movimiento no se confunda con la defensa de la situación actual. No somos perfectos, sabemos que el sistema actual y nuestro desempeño como maestros tiene muchos problemas. No puede ser cuestión de defender lo que existe actualmente, porque esto nos colocaría en una situación débil y deshonesta. Necesitamos un cambio, pero un cambio que se fundamente en nuestra responsabilidad como docentes y nuestro poder como docentes, junto con los alumnos y los padres. Necesitamos un cambio, pero un cambio que viene desde abajo, un cambio que tiene como principios no los valores de la destrucción y del capitalismo, sino de la creación y de la humanidad.
Por eso me parece de importancia fundamental la propuesta alternativa elaborada por la Comisión de Educación y Cultura de la Sección 23 y 51. Por dos razones. Primero por su contenido y los valores que quiere promover en la educación. “En lo político: formar ciudadanos que sean participativos, proposititos, que tomen decisiones fundamentales para ejercer la democracia como un estilo de vida, reflexivos, con capacidad de análisis y crítica, que puedan defender sus derechos. En lo social: sensibles y humanos, que asuman como un estilo de vida la igualdad de derechos, el respeto, la equidad de género y la solidaridad; que tengan la capacidad de organizarse de manera colectiva para combatir rezagos sociales como la marginación y la pobreza; conscientes de la importancia del cuidado de la salud personal y social, respetando su entorno natural. En lo económico: sujetos con autonomía e independencia para desarrollar alternativas de producción y desarrollo sustentable basado en el respeto al medio ambiente; con capacidad para alcanzar un estilo de vida digna. En lo cultural: sujetos con identidad personal y social, que reconozcan, respeten y rescaten nuestras expresiones culturales locales, regionales, estatales y nacionales; profesionales que desarrollen la investigación, las artes, la ciencia y la tecnología como medios y herramientas que permitan el desarrollo de la sociedad más informada y con una vida mejor.”
Pero no es solamente por su contenido y su orientación que me parece fundamental sino también por su forma de elaboración a través de una consulta con 59 mil alumnos y 31 mil padres de familia. Es un documento que surge desde abajo, desde el reconocimiento de que nosotros, los directamente involucrados, como docentes, como alumnos o como padres de familia, somos los sujetos de la educación, de que nosotros tenemos la responsabilidad y el poder de determinar la realidad de la práctica educativa de todos los días. Nuestra es la responsabilidad de decidir entre la educación para la destrucción y la educación para la creación, entre la educación para el capitalismo y la educación para la humanidad. Nuestra es la responsabilidad, nuestro es el poder.
La propuesta alternativa es magnífica. Lo importante es que surge de los maestros a través de una consulta con los alumnos y los padres. No surge del Estado, y el Estado no la va a implementar. Tal vez vaya a aceptar ciertas propuestas, pero no la puede implementar como está, simplemente porque el Estado es un Estado capitalista, parte de la cultura de la destrucción. Ya vimos cómo reaccionó el Estado de Puebla, ya vimos cómo demostró, como siempre demuestra, que su lenguaje es el lenguaje de la violencia y de la muerte. Mejor nos olvidamos del Estado y de pedirle cosas. La única forma de implementar la propuesta es si nosotros asumimos nuestra responsabilidad, creando centros de dignidad, centros de transgresión, haciendo de cada escuela y de cada clase un centro de rebeldía, de dignidad, de humanidad. Nuestra es la responsabilidad, nuestro el poder.
* John Holloway es abogado, doctor en ciencias políticas egresado de la Universidad de Edimburgo y diplomado en altos estudios europeos en el College d'Europe. Desde 1972 es profesor en el Departamento de Política de la Universidad de Edimburgo y, actualmente, profesor del Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Puebla, México.
Compañeras y compañeros
El día 2 de julio, se celebro la Mesa de Diálogo EDUCACIÓN Y RESITENCIA, en la que participaron la Mtra. Ma. Eugenia Sánchez de la UIA, el Dr. John Holoway de la BUAP, nuestros Secretarios Generales de ambas secciones 23 y 51, el Mtro. Gabriel Salom, el Prof. Ramiro y una simple humana, estos últimos presentaron el Proyecto Alternativo de Educación por parte del Movimiento Magisterial Poblano.
Las palabras de la Mtra Ma. Eugenia y de Jonh alentaron a seguir construyendo este proyecto educativo, hasta convertirlo poco a poco en una propuesta. Esta propuesta se piensa, se siente, se realiza, hoy en día, en muchos centros de trabajo, Tehuacan, Cuetzalan, Tatoxcac, Serdan, etc. se realizan acciones fuertes, contundentes y decididas por la ESCUELA QUE QUEREMOS.
Nadie parará este movimiento democrático, nada ni nadie evitará que TOMEMOS LAS ESCUELAS, para construir el país que queremos.
Envío el texto hermoso de Jonh Holaway, tan inspirador como la Digna Rabia, la nuestra, la del magisterio democrático poblano.
Tómalo, que tus ojos lo paladeen y después lo devoren tus sentidos para transformarlo en la tortilla que alimente la mente y el espíritu. Difúndelo, compártelo.
Gabriela Molina Herrera
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La digna Rabia de los Maestros
Por: John Holloway*
Es un honor, realmente un orgullo, estar aquí. Es un honor estar aquí en la mesa y poder hablar junto con los maestros disidentes y decir nosotros, nosotros que somos docentes, nosotros que queremos dedicar nuestra actividad cotidiana no al ejercicio de la dominación sino a la lucha por la vida, nosotros que pensamos que educación es resistencia, es rebeldía. Nosotros, porque aún si no trabajamos en las escuelas primarias y secundarias y no formamos parte del mismo sindicato, nosotros que trabajamos aquí también dedicamos nuestras vidas a la docencia.
El centro de este conflicto es la docencia, es el contenido y la calidad de lo que hacemos todos los días. En el centro está nuestra cotidianidad, lo que nos espera cuando despertamos, lo que dejamos atrás cuando nos acostamos. Esta cotidianidad nos da una fuerza enorme: la fuerza de la intimidad del salón de clases, la fuerza y la responsabilidad de las relaciones que creamos todos los días con nuestros alumnos. En el salón de clases tenemos un espacio que es siempre nuestro espacio en algún sentido, un espacio donde tratamos de enseñar, un espacio sobre todo donde tratamos de crear una idea de humanidad. El salón es siempre el lugar donde nosotros finalmente ejercemos el poder: no el poder sobre los alumnos (eso también, pero no estoy hablando de eso) sino el poder de crear con los alumnos una experiencia que vale la pena, una anticipación de cómo podría ser el mundo, una experiencia que va en contra de la injusticia, la violencia y la destrucción que predominan en el mundo, una experiencia que va a contrapelo del mundo capitalista, un espacio de resistencia, de rebeldía.
No quiero romantizar lo que hacemos: siempre hay problemas, la injusticia y violencia del mundo invade nuestros espacios de mil maneras, a través de la pobreza de los alumnos, la falta de equipo, a través de los contenidos impuestos por el Estado, a través de nuestro propio comportamiento autoritario. No quiero minimizar todo eso, pero finalmente sí, el aula es nuestro espacio, nuestra área de actividad y responsabilidad, nuestra área de intimidad, nuestro espacio de resistencia que ellos nunca van a poder dominar de forma absoluta. Nuestra cotidianidad, lo que hacemos todos los días, es una fuerza enorme que ellos nunca pueden controlar de forma absoluta, porque finalmente nosotros determinamos las palabras que salen de nuestras bocas, nosotros determinamos cómo nos relacionamos con los estudiantes. No es un espacio que hay que defender, porque sabemos que tiene muchas carencias, muchos problemas, (que nosotros tenemos muchas carencias y muchos problemas) pero sí es un espacio que hay que asumir como nuestro, un espacio nuestro que nosotros debemos mejorar.
La Alianza por la Calidad es un intento de invadir esta intimidad desde afuera, de darle otra dirección. No para mejorar la calidad de las relaciones que creamos dentro de las aulas, no para hacer espacios más humanos sino para imponer los valores del capitalismo, la disciplina del capitalismo, de un sistema que significa la miseria y la frustración para la mayoría de nuestros alumnos, de un sistema que nos está llevando a todos de forma muy rápida a la auto-aniquilación de la humanidad. La Alianza por la Calidad, como el CONACYT y el SNI en el caso de las universidades, promueve el individualismo, la competencia, la medición cuantitativa de todo, la ceguera social, la obediencia. La Alianza por la Calidad, como el CONACYT y el SNI, es un intento de imponer otra orientación a nuestra actividad cotidiana, de subordinar lo que hacemos todos los días a los requerimientos del capitalismo, de subordinarnos a la cultura de la muerte.
Obviamente no podemos aceptar eso. Sean lo que sean las presiones, la responsabilidad (y el poder) de estructurar lo que pasa en los salones de clases es nuestra, compartida con los alumnos. La dirección actual de las políticas de educación no solamente aquí en México sino en todo el mundo nos enfrenta con una opción muy sencilla: ¿queremos dedicar nuestras vidas al fortalecimiento de un sistema de destrucción y muerte, o queremos tratar de crear espacios de vida y humanidad? Es obvio que no podemos aceptar los valores que nos están tratando de imponer. El movimiento magisterial es simplemente la expresión pública de este rechazo, y por lo tanto una aportación muy importante a la lucha por la vida y en contra de la muerte, por la humanidad y en contra del capitalismo.
Para mí, es importante que este movimiento no se confunda con la defensa de la situación actual. No somos perfectos, sabemos que el sistema actual y nuestro desempeño como maestros tiene muchos problemas. No puede ser cuestión de defender lo que existe actualmente, porque esto nos colocaría en una situación débil y deshonesta. Necesitamos un cambio, pero un cambio que se fundamente en nuestra responsabilidad como docentes y nuestro poder como docentes, junto con los alumnos y los padres. Necesitamos un cambio, pero un cambio que viene desde abajo, un cambio que tiene como principios no los valores de la destrucción y del capitalismo, sino de la creación y de la humanidad.
Por eso me parece de importancia fundamental la propuesta alternativa elaborada por la Comisión de Educación y Cultura de la Sección 23 y 51. Por dos razones. Primero por su contenido y los valores que quiere promover en la educación. “En lo político: formar ciudadanos que sean participativos, proposititos, que tomen decisiones fundamentales para ejercer la democracia como un estilo de vida, reflexivos, con capacidad de análisis y crítica, que puedan defender sus derechos. En lo social: sensibles y humanos, que asuman como un estilo de vida la igualdad de derechos, el respeto, la equidad de género y la solidaridad; que tengan la capacidad de organizarse de manera colectiva para combatir rezagos sociales como la marginación y la pobreza; conscientes de la importancia del cuidado de la salud personal y social, respetando su entorno natural. En lo económico: sujetos con autonomía e independencia para desarrollar alternativas de producción y desarrollo sustentable basado en el respeto al medio ambiente; con capacidad para alcanzar un estilo de vida digna. En lo cultural: sujetos con identidad personal y social, que reconozcan, respeten y rescaten nuestras expresiones culturales locales, regionales, estatales y nacionales; profesionales que desarrollen la investigación, las artes, la ciencia y la tecnología como medios y herramientas que permitan el desarrollo de la sociedad más informada y con una vida mejor.”
Pero no es solamente por su contenido y su orientación que me parece fundamental sino también por su forma de elaboración a través de una consulta con 59 mil alumnos y 31 mil padres de familia. Es un documento que surge desde abajo, desde el reconocimiento de que nosotros, los directamente involucrados, como docentes, como alumnos o como padres de familia, somos los sujetos de la educación, de que nosotros tenemos la responsabilidad y el poder de determinar la realidad de la práctica educativa de todos los días. Nuestra es la responsabilidad de decidir entre la educación para la destrucción y la educación para la creación, entre la educación para el capitalismo y la educación para la humanidad. Nuestra es la responsabilidad, nuestro es el poder.
La propuesta alternativa es magnífica. Lo importante es que surge de los maestros a través de una consulta con los alumnos y los padres. No surge del Estado, y el Estado no la va a implementar. Tal vez vaya a aceptar ciertas propuestas, pero no la puede implementar como está, simplemente porque el Estado es un Estado capitalista, parte de la cultura de la destrucción. Ya vimos cómo reaccionó el Estado de Puebla, ya vimos cómo demostró, como siempre demuestra, que su lenguaje es el lenguaje de la violencia y de la muerte. Mejor nos olvidamos del Estado y de pedirle cosas. La única forma de implementar la propuesta es si nosotros asumimos nuestra responsabilidad, creando centros de dignidad, centros de transgresión, haciendo de cada escuela y de cada clase un centro de rebeldía, de dignidad, de humanidad. Nuestra es la responsabilidad, nuestro el poder.
