martes, 3 de julio de 2018

Conciencia política para la verdadera transformación de México


“Las luchas políticas no tienen  solo el valor de medios para alcanzar el poder, sino que son el único instrumento de educación política de que dispone el pueblo” 
Vicente Lombardo Toledano

Miguel Guerra Castillo

Los maestros y el pueblo necesitan impulsar la educación política de  las grandes masas que  requiere Andrés Manuel López Obrador, para dar  paso a  la cuarta transformación de México.

El cambio verdadero con AMLO, la cuarta Revolución desde palacio nacional, solo será posible si   la participación popular arrasa con todas las formas de  fraude electoral, la corrupción, la picaresca política ,las secuelas de un sistema político basado en el  acarreo, la compra de votos, los programas asistencialistas y hasta el crimen y la violencia contra candidatos y periodistas como ha acontecido en esta elección.

La Presidencia de la República va a pasar del partido de los neoliberales-priistas, panistas y perredistas- al Movimiento de Regeneración Nacional; Pero aún con AMLO en la presidencia  no habrá justicia laboral, derechos sociales, educación gratuita, salud para todos, libertades constitucionales, , derechos de la mujer ,universidad para todos los jóvenes etc. si el pueblo no toma en sus manos la conducción de los sindicatos, de las agrupaciones comunitarias, de las asociaciones de colonos, de las escuelas, de los comisariados ejidales ,la administración de los servicio públicos desde sus  Ayuntamientos; En una palabra echar otra vez los cimientos para reconstruir el país que el pueblo quiere. López Obrador ya ha anunciado quiénes estarán en el Gabinete Presidencial y al arrasar en las elecciones tiene vía libre en el Congreso de la Unión y en los congresos locales  para echar abajo las reformas estructurales y apoyar la gestión social democrática  para las presidencias municipales ,las comunidades agrarias, las minorías, los grupos vulnerables,etc.

  Pero para apoyar en serio al  Presidente de la República, a largo plazo, para  acabar con las formas más rudimentarias de la política  y de la vida pública solo seremos congruentes si  invertimos en educación política, a través de un verdadero proyecto de educación y cultura.  Formación de conciencia política, conciencia ciudadana, principios éticos,  para  acabar con el  paternalismo, la autoridad patriarcal, la obediencia ciega  que anula la conciencia, la dignidad, la voluntad, la libre participación política. Educación y cultura entre el  pueblo para exigir plenos derechos y políticas públicas diferentes a las que aplicaron los gobiernos de la mafia en el poder.

Los maestros y los dirigentes de las organizaciones  populares tienen la palabra para otra batalla que durará el sexenio por venir  y mucho más, contribuyendo con sus proyectos de  educación alternativa a la realización del  Proyecto Alternativo de Nación

Es verdad que el poder real lo tienen los del bloque de poder, los medios hegemónicos, el poder judicial, quienes a corto o mediano plazo tratarán de escalar hacia los puestos públicos, de boicotear, de socavar y  de influir por todos los medios a su alcance para hacer de la presidencia de AMLO una veleta, como aconteció con algunos  gobernantes de Europa  que se doblegaron  ante la presión de la clase capitalista trasnacional. 

Por eso es importantes que  el magisterio y el movimiento popular  se  inspiren  y retomen  los mejores momentos de nuestra historia donde la conciencia política, la conciencia patriótica y anti-imperialista hicieron posible la expropiación petrolera, la escuela rural mexicana, la creación del IPN , el normalisimo y los heroicos  esfuerzos de pueblos como Cuba con su Campaña contra el Analfabetismo y sus intensas campañas ideológicas y culturales contra el bloqueo estadounidense.

Con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador triunfó la inteligencia de nuestro pueblo que impulsó el  cambio desde abajo, contra la opinión de los abstencionistas y de todo tipo de anulistas que pretendían sembrar la desconfianza en el triunfo y en el cambio.  

Pero la lucha no termina con los festejos que  tienen resonancia mundial sino con la transformación de nuestra conciencia: dejar de ser codiciosos, gremialistas, convenencieros, sectarios, individualistas y cobrar conciencia política y sumarnos a las organizaciones revolucionarias, al movimiento popular ,al frente anti-neoliberal  que es el gran vencedor en estas elecciones.

En esta circunstancia cobra sentido  saludar la participación el gremio magisterial en el amplio bloque social y político que se viene consolidando con vistas a echar del poder a los neoliberales. En esta  perspectiva  su  tarea inmediata, necesaria, es recuperar la unidad del magisterio nacional

AMLO y el poder real


Por Carlos Fazio
La Jornada.Lunes 2 de julio de 2018

Ayer, primero de julio, millones de mexicanos salieron a votar, y si no hubo un fraude de Estado monumental, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) será el próximo presidente de la República. De no ocurrir nada extraordinario en el periodo de transición, el primero de diciembre próximo AMLO deberá asumir el gobierno. Pero en ese lapso, y aún más allá del mediano plazo, el poder seguirá estando en manos de la clase capitalista ­trasnacional.

Es previsible, también, que a partir de este 2 de julio, el bloque de poder (la "plutonomía", Citigroup dixit), incluidos sus medios hegemónicos (Televisa y Tv Azteca, de Azcárraga y Salinas Pliego, ambos megamillonarios de la lista Forbes), y sus operadores en las estructuras gubernamentales (el Congreso, el aparato judicial, etcétera), escalarán la insurgencia plutocrática buscando ampliar sus privilegios y garantizar sus intereses de clase, y para seguir potenciando la correlación de fuerzas en su favor.

Más allá del ruido de las campañas, el proceso electoral transcurrió bajo el signo de la militarización y la paramilitarización de vastos espacios de la geografía nacional, y de una guerra social de exterminio (necropolítica) que elevó los grados de violencia homicida a límites nunca vistos en el México moderno, similares a los de un país en guerra ("naturalizándose" en vísperas de los comicios el asesinato de candidatos a cargos de elección ­popular).

Como recordó Gilberto López y Rivas en La Jornada, ese "conflicto armado no reconocido" es la dimensión represiva de lo que William I. Robinson denomina "acumulación militarizada", cuya finalidad es la ocupación y recolonización integral de vastos territorios rurales y urbanos para el saqueo y despojo de los recursos geoestratégicos, mediante una violencia exponencial y de espectro completo que es característica de la actual configuración del capitalismo; el conflicto y la represión como medio de acumulación de la ­plutonomía.

Para ello la clase dominante hizo aprobar la Ley de Seguridad Interior. Y está latente, para su ratificación en el Senado, la iniciativa de Diputados de quitar el fuero al presidente de la República; la denominada estrategia de lawfare aplicada a Dilma Rousseff y Lula da Silva en Brasil, que implica el uso de la ley como arma para perseguir y destruir a un adversario político por la vía parlamentaria y/o judicial; una variable de los golpes suaves de manufactura estadunidense que podría revertirse contra AMLO.

Al respecto, y más allá de su giro hacia el centro y el rediseño de su programa de transición reformista −capitalista, democrático y nacional, con grandes concesiones al bloque de poder dominante−, la llegada de López Obrador al gobierno pudiera implicar, en principio, una ralentización o "respiro" (Galeano dixit) a la tendencia del mentado "fin de ciclo" progresista y restauración de la derecha neoliberal en América Latina.

El impulso de una nueva forma de Estado social, sin ruptura frontal con el Consenso de Washington, significará, no obstante, un cambio en la correlación de fuerzas regionales y tendrá tremendo impacto en los pueblos latinoamericanos. Por ello no es para nada inocente –o simplemente centrada en la profundización de las políticas de "cambio de régimen" en Venezuela y Nicaragua− la reciente gira neomonroísta del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, por Brasil, Ecuador y Guatemala.

Cabe recordar el inusualmente crítico editorial del Washington Post del 18 de junio, que asumió como suficientemente creíbles los nexos de colaboradores cercanos de López Obrador con los gobiernos de Cuba y Venezuela, y las declaraciones del senador republicano John McCain, tildando a AMLO como un posible "presidente izquierdista antiestadunidense" y las del actual jefe de gabinete de la administración Trump, general (retirado) John Kelly, quien afirmó que López Obrador "no sería bueno para Estados Unidos ni para México".

Según asesores de política exterior de AMLO, ante Washington, su gobierno antepondrá "la defensa a ultranza de la soberanía nacional"; revisará el marco de la cooperación policial, militar y de seguridad (DEA, CIA, ICI, Pentágono, etcétera), y bajo la premisa de que la migración no es un crimen, incrementará la protección de los connacionales irregulares, como si fuera una procuraduría ante los tribunales de Estados Unidos. También revisará los contratos petroleros y de obra pública. Lo que sin duda traerá fuertes confrontaciones con la Casa Blanca y la plutocracia internacional.

Como dice Ilán Semo, en México la Presidencia de la República encierra potencialidades simbólicas insospechadas; una suerte de "carisma institucional". No importa quién la ocupe, incluso a un inepto (pensemos en Vicente Fox), el cargo le trasmite un aura: es "el Presidente". Tras la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana, AMLO quiere trascender a la historia como el hombre de la "cuarta transformación". Pero para ello se necesita un cambio de régimen e impulsar grandes saltos en la conciencia política de los sectores populares; sin un pueblo organizado y movilizado tras un proyecto de cambio radical y profundo, no hay carisma que alcance.