Luis Hernández Montalvo.
La mañana del 4 de septiembre, el paciente de la cama trece del servicio de urgencias se encuentra rodeado de doctores y enfermeras, cada uno tratando de aportar su experiencia cuando tienen que tratar con enfermos a los cuales no es fácil detectar las venas. Los trabajadores guardan silencio respetuoso, de manera insistente piden disculpas, porque las venas se ocultan y hacen más complicado su trabajo. En un momento, se introduce un hombre con bata, ronda el medio siglo en la edad, en su rostro se advierte el tedio, el aburrimiento de quien no parece tener un trabajo fijo con los pacientes del hospital, llega a los pasillos de urgencias y saluda a medio mundo, algunos lo miran con temor, como si se tratara de un personaje de poder, con otros juega bromas y es poco cuidadoso de su lenguaje, el ruido que provoca su llegada no toma en cuenta a los enfermos que duermen o dormitan con sus dolores del cuerpo y del alma, ahí están una maestra atropellada, ancianos con problemas de hipertensión arterial, los que están a un punto del coma diabético, los que llegan con síntomas de infarto. El hombre de bata blanca es visto con rencor por algunos trabajadores, el hombre es nombrado como doctor Tejeda y hasta donde se sabe, nada tiene que ver con el área médica de urgencias, sin embargo, ahí está matando el tiempo de las cuarenta horas nalga. Se acerca a la cama trece y le hace señales al médico y le pregunta por el paciente, al conocer el diagnóstico y sin abandonar la mueca de aburrimiento, dibuja una sonrisa burlona con una fuerte carga de cinismo y autosuficiencia, que seguramente nada tienen que ver con sus juramentos de juventud y su misión ante los que sufren y enfrentan las garras de la muerte. El doctor Tejeda sin el respeto que seguramente le debiera guardar al paciente, con la mano y el dedo pulgar hacia abajo decreta su muerte y en una carcajada cargada del más estúpido sarcasmo, le imparte la bendición como si se tratara de un sacerdote, como respuesta recibe una mentada de madre del paciente. Los trabajadores al servicio del gobierno del estado, cuentan con un moderno hospital, muchos servicios se han mejorado en forma extraordinaria y médicos y enfermeras buscan hacer su trabajo lo mejor posible, creo que incluso al margen de los reglamentos, lo hacen convencidos de su misión de servicio, hasta los empleados de otras áreas se han vuelto atentos y serviciales, hay médicos familiares que puntualmente empiezan a dar consulta a sus pacientes desde las siete de la mañana, supongo que los mandos del hospital le imponen una cuota de número de pacientes para ser atendidos por hora o por jornada, pero resulta que a las tres de la tarde aún siguen recetando. No se en que momento desayunan y a que hora se reúnen con su familia a comer, pero los veo resistir el tiempo y entregarle al paciente sus atenciones y la mejor de sus sonrisas. Varios de estos doctores padecen sobrepeso y obesidad y son junto con sus pacientes parte de un mismo problema que debe revisar el Instituto. Este tipo de trabajo impuesto a los médicos, reduce el contacto con sus pacientes y el diálogo para un eficiente diagnóstico, hay que decirlo también, varios de estos viejos médicos tienen mayor experiencia que varios jovencitos que despachan en la sala de especialidades. El Issstep presta un excelente servicio médico a los trabajadores, por ello no comparto la idea de algunos directores de colegios de la ciudad de Puebla y del interior del estado, de querer solicitar un hospital exclusivo para el magisterio, porque en el Issstep, son atendidos policías, sin exclusión, todos somos trabajadores y todos cotizamos. Considero que trabajadores y gobierno del Issstep debemos contribuir a tener un sistema de medicina eficiente, al margen de políticas y políticos, con la vida no se juega. El paciente de la cama trece del servicio de urgencias del viernes cuatro de septiembre, expresa públicamente su reconocimiento a su trabajo y a su calidad de seres humanos, a las atenciones del médico Luis y José Luis González Castañeda y demás personal presente y al director de área que escuchó con atención el reporte aquí referido.
El autor es profesor del Bachillerato General Matutino del Benemérito Instituto Normal del Estado de Puebla.
hernandez_luis21@yahoo.com.mx
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