jueves, 9 de junio de 2011

Evaluando a la SEP de Puebla

                                    Miguel Ángel Rodríguez

Para Sandy, por su ejemplo de valentía.

De un tiempo a la fecha mis andanzas vitales me obligan a visitar el oscuro, frío e indiferente laberinto de la Secretaría de Educación Pública de Puebla. Un edificio horrible pero infuncional e insuficiente hasta el extremo. Desde hace más de tres meses paso de oficina en oficina, de burócrata en burócrata y de discurso en discurso, buscando que termine la pesadilla marinista, pero la putosauria sigue viva y el Estado de derecho continúa violentado. Es la sombra del Proceso.

Tras los vitrales de las oficinas observo, a la distancia, el comportamiento ritual de las jerarquías magisteriales. Las inclinaciones de cabeza, las sonrisas obsequiosas, las palmaditas del jefe, las miradas cómplices, los engolamientos de la voz, los vendedores de aspiradoras para calvos, los mocetones gel de limón, la radio en murmullos, anillos, aretes y relojes esplendentes, perfumes globalizados y montañas de papel oficial por todos lados. Camino con una bolsa de semillitas que me acompañan y me libran de todo mal. ¿Estoy en medio de una investigación participativa?, ¿puedo acaso separar lo objetivo de lo subjetivo? ¿Me interesa más el estudio de la cultura política que el de las instituciones?, ¿Cuántas bolsas de semillitas tendré que comer hasta que prevalezca el estado de derecho en Puebla?

Doblo en la esquina del lúgubre pasillo, hacia la derecha.

Y bajo las escaleras abajo, ¿aquí está? ,¡acá no está!

En el lugar de las opacos y simplones murales bucólicos ahora nos miran, en relieve, los bustos de Morelos, Hidalgo y Vasconcelos. Un afrodescendiente, un criollo y un mestizo. Un genio militar y dos educadores, los tres hombres unidos por un valor filosófico común: el sagrado derecho a la resistencia y a la rebelión contra la voluntad tiránica. Recuerdo haber leído alguna vez una síntesis que concentra muy bien el espíritu que alimenta esa flama: todo aquel que intenta imponer despóticamente su voluntad sobre la mía se pone automáticamente en estado de guerra contra mí.

José Vasconcelos fue el primer disidente contra el proyecto de conformar un Partido de Estado para México. Promotor de una rebelión pluralista contra el origen ídeológico de un régimen de partido casi único.  El abuelo del PRI le propinó una paliza electoral (7% de los votos contra 93% de Pascual Ortiz Rubio),  las condiciones históricas y políticas del país propiciaron la derrota de José Vasconcelos en las urnas. Luego vino el exilio.

Ahora camino sobre los pasillos de la primera planta. La rebelión. No está mal, pienso, mientras mi mano se lleva a la boca la sal de la enésima pepita. José María Morelos era, además, un cura hedonista y cachondo. Me seduce la imagen de estratega militar que la historia le reconoce. El mulato, ahora pálido, me guiña un ojo, y yo lo pongo a comulgar con dos pepitas amarillas en la negra bemba.

Y subo las escaleras arriba, ¿acá está?, ¡aquí no está!

Es el penthouse del poder educativo. Escucho entre divertido y molesto el lenguaje y el tono meloso y ridículo de algunos profesores que ahora, con un doctorado patito en el currículo, pasean como micos sacerdotales disparando tronantes órdenes y sentencias contra los profesores y los malos resultados educativos.

A algunos de ellos los conozco, veo de todo. Muchos de ellos son los mismos funcionarios que estaban decidiendo las políticas educativas hace seis, doce y dieciocho años en Puebla. Como si al estado le faltaran ingenios y talentos, como si una condena dantesca condenara a la educación poblana a caminar siempre, a contracorriente del discurso modernizante, la tristísima ruta retrógrada. Y la idea, el sentimiento de la rebelión educativa, se derrumba en mi interior.

Le doy vueltas al tema y en verdad considero que una evaluación puntual de las trayectorias académicas y laborales de los tomadores de decisiones educativas en Puebla resulta imprescindible. En principio la idoneidad de los titulares de las cuatro subsecretarías, porque miles de millones de pesos del dinero público y cientos de miles de seres humanos serán profundamente influenciados con las decisiones tomadas. Concluyo que  esa es una tarea urgente de las organizaciones de la sociedad civil vinculadas con la educación.

Uno, dos, tres, cuatro, paso del gato. Uno, dos, tres, cuatro, paso del gato.  No todo es oscuridad en Pénjamo. Yo no lo sé de cierto, pero me han dicho, se dice y se rumora, que entre las pocas profesionales recientemente aterrizadas en la SEP de Puebla hay algunas muy talentosas y de maneras suaves y naturales –ácido disolvente contra la cursi solemnidad de los encorsetados moldes políticos de Puebla.

Encabeza el equipo Rosalba Sierra Partida, subsecretaria de planeación: la joya de la corona. Sin la ampulosidad cortesana que caracteriza las acciones de la burocracia educativa poblana, Rosalva podría transformar significativamente con su trabajo de planeación la educación de Puebla. Pero primero habría que cumplir algunos supuestos, pues para que los objetivos y metas de los programas educativos sean pertinentes, eficientes y eficaces y tengan un buen destino será necesario empatarlos antes con los criterios y costumbres de los otros tres subsecretarios. Ojalá que los ojos amarillos de la envidia y el resentimiento misógino, ambos muy bien alimentados en el alma de la burocracia tradicional de la SEP de Puebla, no la alcancen antes de la primavera y, sobre todo, antes de cosechar los primeros frutos.

Por todo lo anterior, es un imperativo social ineludible convocar a la realización de una consulta ciudadana que evalúe las trayectorias, capacidades y habilidades de los subsecretarios y directores generales de la secretaría de educación pública.

La evaluación ciudadana de las actuales autoridades de la SEP debiera ser el primer paso en la ruta de conquistar espacios a la participación social en la educación pública de Puebla, uno de los múltiples derechos fundamentales que aún no tienen vigencia en la entidad. Por tratarse de un bien público fundamental, que sirve para la obtención de otros bienes, la toma de decisiones en materia de políticas educativas debiera recaer necesariamente en personalidades de probada calidad moral y académica.

De lo contrario todo será inútil, sin importar los crecimientos del presupuesto educativo y los buenos propósitos del programa estatal de educación o cualquier otro instrumento normativo, en manos de burócratas que privilegian la política partidista por encima del bien común o el interés general, todo será otra vez nada.

PD. Además opino que Darío Carmona García, ex-secretario de educación pública de Puebla, Reinaldo Gil Vélez, director del Tecnológico de Acatlán y Pedro Valdés Martínez, director de la UPN de Puebla, deben ser inhabilitados para desempeñar cualquier cargo público o de elección popular en virtud de los abusos y perjuicios cometidos contra la educación pública y el magisterio de Puebla. Pedro Valdés Martínez y su banda de salteadores acumularon tal cantidad y gravedad de delitos como servidores públicos que debieran ser incluso procesados penalmente. Son delincuentes de alta peligrosidad.

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