miércoles, 2 de abril de 2014

DOS NOTAS DE LA PRENSA QUE DEBEMOS LEER

La Jornada,1 de abril de 2014

Receta para una revolución educativa

Abraham Nuncio

Si, como señalan diversos organismos internaciona­les (Unesco, OCDE, TI, PNUD, HRW, etcétera), Mé­xico se clasifica entre los países más atrasados en materia de lectura, matemáticas y ciencias, y a la vez ocupa los primeros lugares en términos de corrupción, desigualdad, violencia y criminalidad, a nadie debiera asombrar el altísimo porcentaje de deserción escolar que registra nuestro desdichado país.

Aparentemente alarmados, los integrantes del pleno de la Comisión Permanente de la Cámara de Di­pu­tados por ese porcentaje, en enero pasado recomendaron a la Secretaría de Educación Pública y a las instancias de los estados responsables de la educación adoptar políticas públicas para evitar el fenómeno. En el texto del punto de acuerdo correspondiente se señala la existencia de "una preocupante situación en el sistema educativo nacional ante el abandono diario de las aulas de cerca de 5 mil alumnos".

La propia SEP advirtió que introduciría un nuevo modelo educativo a partir del programa de escuela de excelencia. Esta medida obedece a las cifras de la OCDE que muestran a México situado a la cola de sus países miembros y a los números más pesimistas de la organización Mexicanos Primero: "de cada 100 alumnos inscritos en el primer año de primaria, sólo 64 la concluyen; 46 terminan la secundaria; 24 finalizarán el bachillerato en tiempo y forma; 10 ingresarán a la licenciatura, y sólo dos realizarán un ­posgrado".

De antemano se sabe que es el régimen socioeconómico el que determina la deserción escolar. Algunas de sus causas las consigna el documento de los diputados: desde la "falta de recursos económicos" hasta "las malas condiciones de las escuelas". Causas y efectos: esos cinco mil niños y adolescentes excluidos de las aulas (un millón 47 mil 718 alumnos entre agosto de 2012 y julio de 2013) son captados, según la SEP, "por la vagancia, el trabajo derivado de la necesidad o el crimen". Y como también se sabe que ese régimen no va a cambiar, mejor será que a los niños y adolescentes se les prepare como si ya se fuesen a graduar de la profesional para enfrentar, en su vida diaria, todos esos problemas e intentar resolverlos.

¿Cómo enseñar a los niños y adolescentes a guiarse –lo cual no puede ser sino mediante el criterio–, a imaginar soluciones, a reproducir su entorno y a reproducirse ellos mismos creativamente? Yo no veo otro camino que el de la lectura por la vía del placer, del juego y del ejercicio crítico. Lectura de libros, periódicos y pantallas. Desde muy temprano es preciso enseñar a los niños (de paso a sus padres y maestros) a interpretar críticamente no sólo lo que leen, sino lo que ven –señaladamente en la televisión, que es la fuente que emite con mayor frecuencia los engaños más gruesos y las imágenes impregnadas de anticultura y violencia descarnada e introyectable.

En la lectura está el autoaprendizaje que no les da ahora las maestrías ni los doctorados a ese ínfimo 2 por ciento de la matrícula total. Porque lo que aprende es, en lo fundamental, el fortalecimiento del régimen injusto que padecemos y uno de cuyos cocientes es la deserción escolar. En sus más de 20 años de estudio en las aulas quedan vacunados contra cualquier expresión de conciencia social, de solidaridad y combate a la opresión. Son vidas segregadas a la práctica de la libertad, de la democracia y de la lucha contra lo que Julio Cortázar llamaba la "muerte climatizada". Cuando egresan con sus flamantes posgrados ya se hallan a medio camino de ser –recuerdo para la paráfrasis el poema de José Emilio Pacheco– todo aquello contra lo que luchaban pocos años atrás… si es que luchaban.

La televisión, el espectáculo, el ascensionismo a toda costa hacia las cumbres del éxito propietario y el poder, pero también la escuela, como lo veía Iván Illich y lo siguen señalando intelectuales lúcidos como Noam Chomsky, educan a la mayoría para que abrace y reverencie el orden de los poderosos y los más ricos. El orden responsable de que la gran mayoría de los niños y adolescentes se vayan a la calle a trabajar o a delinquir: ese que los diputados ven fracasar en sus narices y para el que sólo tienen diagnósticos incompletos y flácidos y ninguna estrategia integral y musculosa.

Esa estrategia se reduce en realidad a una receta: colocar a México en el último lugar de desigualdad económica y social, corrupción, violencia, criminalidad, deserción escolar, analfabetismo funcional (yo añadiría, catequesis, control, autoritarismo y bobería erudita), hambre, salud. Y por el contrario, ponerlo en el primer lugar de distribución equitativa de la riqueza, calidad de vida, criterio y mirada crítica, capacidad creativa y alto nivel de conciencia para combatir la injusticia, la antidemocracia, la falta de honestidad y transparencia en la gestión pública, la marginación, los prejuicios culturales y el disimulo como sustituto de la práctica probada. En otras palabras: la revolución educativa requiere en México de una revolución a secas. La de hace un siglo se pudrió.

El azar apoya mi juicio. Veo el número 123 de la revista Dos Filos, editada en Zacatecas y coordinada por José de Jesús Sampedro. En el artículo "El proceso revolucionario", su autor, Julius Lester, afirma: "El proceso revolucionario demora décadas en realizarse. La generación que por fin toma el poder da la impresión de haber iniciado una revolución en un corto lapso. Pero no es así. La generación que logra tomar el poder simplemente termina un proceso iniciado varias décadas
atrás".
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"EF-EDUCACION FUTURA"28 marzo, 2014


Cambio radical en la política educativa en Nueva York: lecciones para el mundo y para México

POLITICA EDUCATIVA EN NUEVA YORK

 Eduardo Andere


Nueva York. Por los últimos 12 años la Ciudad de Nueva York vivió bajo una política educativa en favor de las pruebas estandarizadas, la evaluación de escuelas, maestros y directores, el cierre de escuelas y despido de maestros y directores, todo ello basado, fundamentalmente en los resultados de desempeño de sus alumnos. Yo fui testigo, de esta política, pues mis lectores recordarán que la Ciudad de Nueva York estuvo incluida en mi investigación sobre “La mejor educación en el mundo” iniciada a finales de 2003 y continuada durante más de 10 años. Desde entonces he seguido los pasos educativos de Nueva York. Hoy, vivo en esta Ciudad y sigo de cerca sus cambios educativos; que normalmente le siguen a los cambios políticos. Entonces aprendí que la Ciudad de Nueva York inició sus pasos en las avenidas de la medición, evaluación y rendición de cuentas, adoptando y adaptando las políticas de sistemas educativos europeos que llevaban muchos más años en el quehacer de la evaluación y rendición de cuentas como Suecia e Inglaterra.

En una de mis últimas visitas a Inglaterra aprendí que los ingleses estaban copiando el modelo de evaluación y valor añadido de los neoyorquinos. Para mi sorpresa, el maestro se convirtió en alumno; y Nueva York se erigió en el ejemplo de una agenda de cambio educativo mundial que enaltecía la racionalidad del hombre económico (premios y castigos al estilo pavloviano: estímulo-respuesta) sobre la racionalidad del hombre pedagógico (en el sentido aprendilógico). Los sistemas educativos del mundo, inclusive el mexicano empezaron a emular las políticas estandarizantes y racionalistas de la escuela de Nueva York.

Pero hoy (28 de marzo de 2014) la historia de la educación comparada mundial ha dado un vuelco monumental. Gracias al Blog de la Dra. Ravitch, profesora de la Universidad de Nueva York, y dueña del Blog educativo (http://buff.ly/1mxGM1q) más popular de Estados Unidos y quizá del mundo–quien además escribió un breve prefacio para mi reciente libro–me enteré de una decisión gigante de parte de la Canciller Educativa de la Ciudad de Nueva York, Carmen Fariña: los niños y padres de familia que no quieran participan en las pruebas estandarizadas de alto impacto, tienen el derecho de hacerlo sin que sufran ninguna consecuencia académica o escolar. En un brinco paradigmático, el comunicado del Departamento de Educación de la Ciudad de Nueva York utiliza un lenguaje impensable tan solo hace un par de meses atrás: si después de platicar con el director de la escuela respectiva los padres de familia optan por sacar a sus hijos de las pruebas “el director de le escuela deberá respetar la decisión de los padres” http://buff.ly/1l9fhZk

Esta facultad académica de los padres de familia la he visto en los países europeos más avanzados en el tema educativo y democrático como Finlandia, Suiza, Los Países Bajos y Flandes. Es una facultad que reconoce y respeta el papel educativo de los padres de familia, pero sobre todo, limita el poder del Estado de imponer modelos totalitarios donde una “talla le queda a todos”.

No es algo que le vaya a gustar al gobierno estatal de Nueva York y mucho menos al gobierno federal y a las grandes fundaciones empresariales de Estados Unidos que durante años han promovido un modelo de negocios para la educación.

Lo triste y vergonzoso de todo esto, es que gran parte de la filosofía educativa que animó a la Ciudad de Nueva York a tomar este camino de frenesí por las mediciones, las pruebas, los cierres de escuelas y despidos de maestros, y los estándares en el aula y las escuelas, es la misma filosofía que inspiró la reforma educativa de México del 2013 y que apenas empezamos de resentir sus efectos. Esto quiere decir que nos llevará quizás doce años más para darnos cuenta del enorme error de sujetar el cambio educativo a esquemas de medición y evaluación de alumnos, maestros y escuelas con base en pruebas estandarizadas.

Las pruebas de habilidades y conocimientos deben aplicarse, y seguirán aplicándose en todo el mundo en años por venir; lo que debe eliminarse es el obcecación casi religiosa, de que podemos evaluar y castigar o premiar a los alumnos, maestros y escuelas, exclusiva o casi exclusivamente, con los resultados de estas pruebas. El tema es mucho más complejo para ser evaluado así.

Espero que con la caída del campeón mundial de peso completo de la estandarización, medición de valor añadido (Value Added Modeling) y rendición de cuentas, los sistemas educativos que copiamos, dejemos de una vez por todas de perseguir los sermones de los predicadores que tratan de resolver el problema educativo con un esquema simplista de premios y castigos; reduciendo la capacidad de decisión humana a la de un objeto pavloviano.

El aprendizaje, estimados lectores, requiere un trabajo fino, profundo, pausado (es decir sin prisas), fundamentado en la racionalidad del hombre aprendilógico (cuyo cerebro requiere tiempo para madurar) y que no puede ser forzado a cambiar por aumentarle el calor a la olla a presión.

La Ciudad de Nueva York, otrora epítome del movimiento racionalista, da un giro radical, veamos cuántos y quiénes le siguen.

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